No he aprendido a vivir con tu ausencia,
pues me recuerda tu forma de sonreír,
me recuerda los paseos tocando estrellas,
y me recuerda que no puedo estar contigo ni sin ti.
He aprendido a vivir con tu recuerdo,
me desayuno los días con el,
por las noches se abraza a mi cuerpo,
y me susurra que todo irá bien.
Yo no he nacido para olvidarte,
pero tampoco para estar contigo,
y aunque sé que no puedo esperarte,
se me hacen muy largas las tardes de domingo.
Mi costilla ya no encaja en tu costado,
y esta manzana no la quiero morder más,
desde aquí habla un Adán que está en paro,
y allí una Eva que ya no mira hacia detrás.
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