domingo, 28 de junio de 2015

La chica interrogante







Hoy he vuelto a ver a la chica interrogante (así me gusta llamarle).
Estaba sentada en el mismo bar que yo, tan cerca y a la vez tan lejos, ella tan de zumo y yo estaba sumergido en mi café.
Yo tenía la vista fija en ella, mientras que ella (arqueando de vez en cuando una ceja) seguía nadando entre las fotos de su revista de moda. Era imposible disimular algo tan obvio, estaba enamorado de ella y mi mirada lo sabia. No podía hacer otra cosa, me sentía como una pequeña mosca perdida en una gran tela de araña.

Le llamo la chica interrogante porque por mas que le miro no te podría decir de qué color son sus ojos, son una mezcla entre seguridad y curiosidad, abiertos al mundo, y con la suficiente dosis de intriga para que no los puedas olvidar. Que cambian de alma con la luz del sol, pasando de colores pálidos de día a grandes brillos por la noche.

Tampoco podría decirte de que forma cae su pelo por la espalda, ese pelo que cada vez lleva un peinado, o ese peinado que cada vez lleva un pelo; sólo sé que tiene un movimiento acompasado con el viento y que coge fuerza con el reflejo del sol, pero no podría decirte más.


Menos aún podría definir su sonrisa, esa que dicen que es una sucesión de dientes en fila con su uniforme recién planchado. Pero ella no tiene los labios ni gruesos ni delgados, los dientes amarillos ni blancos, y la boca ni grande ni pequeña. Solo tiene un conjunto de perfecciones que forman esa sonrisa que derrite y a la que no puedes oponerte ni con tus mejores armas, que te hace volar cuando va dirigida a ti y soñar cuando es para otros.

Hoy la he vuelto a ver, llevo casado 30 años con ella, y desayunando en nuestro bar preferido sigo sin saber contestar todas estas preguntas.

domingo, 14 de junio de 2015

Otra perspectiva





Me dicen que no le abra la puerta al viento,
quizá porque le tienen miedo a aquello que no pueden controlar.

Pero yo soy de esos que piensa que los semáforos no prohiben,
sino que cada vez te guiñan el ojo de un color.
Que cuando en una ciudad llueve,
es para borrar las manchas de pesimismo.
Y cuando nieva,
para tapar ese pensamiento negro que llevamos en el corazón.

Me dicen que es malo trasnochar,
Pero no saben que los mejores poemas salen justo antes de amanecer.
Y es verdad que el sol te calienta,
Pero la luna te eleva y te enseña una ciudad de plata.

Pero perderse no está tan mal si es entre las líneas de un gran libro.
Y encontrarse no está de más si es entre las notas de tu propia banda sonora