miércoles, 2 de enero de 2019

Pequeña flor de invierno

Llegaste en pleno invierno,
te abriste hueco por donde yo no pude verte,
y sin darme cuenta,
empezaste a formar parte de mi.

Me acostumbraste a tu paso doble,
a tu asombro constante,
a tu risa por nada,
y a tu particular manía de inventarte nuevas palabras.

Poco a poco fuiste abrazando mi invierno,
metiendo toda mi nieve en un tazón de azúcar,
para después disolverla en el café de los domingos,
y en el postre,
compartimos tu primavera.

Si es verdad que el negro es la ausencia de color,
entonces diré que me regalaste mil colores,
siempre a tu forma,
siempre sumando.

“Ojalá tener alas para poder volar” te dije un día compartiendo mis sueños,
“Para volar no se necesitan alas si sabes con quien alzar el vuelo” me respondiste con una media sonrisa,
y cogiéndome de la mano me enseñaste a elevarme sin llegar a moverme,
y así,
juntos,
recorrimos ríos, 
montañas 
y continentes,
todo esto,
con la fuerza de un solo abrazo.