Como dos suicidas haciendo el amor,
sin miedo a lo que venga luego,
mi único imperio es este colchón,
y tu piel es mi cementerio.
Te encontré en mi ciudad desierta,
tú lucías un otoño tardío,
y entre copa y copa me dí cuenta,
de las heridas invisibles de un corazón perdido.
Se te escurrían los sueños por las pestañas,
y yo los recogía con el humo de la duda,
desde entonces eres la reina de las extrañas,
y yo un marinero en busca de aventura.
Decidí morir contigo sin saber aún tu nombre,
y entre caricias y besos nos dejamos llevar,
ahora en mi habitación un soldado se esconde,
y me habla de tu ausencia cuando tú te vas.