martes, 6 de marzo de 2018

El color de tu ciudad

No sé en que momento pasamos de buscarnos a encontrarnos.
Pero si sé que a ese momento le podía llamar hogar.

Recuerdo que me invitaste a tu ciudad,
me dejaste mirar por tus ventanas,
pasear tus calles 
y quedarme a vivir.

Yo hice un pequeño jardín de dos,
para que pudiesemos ser uno,
y tú,
sin soltarme la mano,
te tumbaste a mi lado a descansar.

Plantamos sueños y sembramos alegría,
y cuando llegaban las tormentas,
en vez de huir,
nos mirábamos a los ojos,
y eso bastaba.

Empecé a acompasar mi vida a la tuya,
y poco a poco iba confundiendo mis manos con las tuyas,
hasta el punto 
en el que al hablar de mi, 
siempre lo hacía con tu nombre

lunes, 5 de marzo de 2018

Lo reconozco

Lo reconozco,
aún tiemblo cuando la veo,
y es que,
¡cómo no temblar!
si ella lo es todo..
todos esos girasoles que apuntan a mi sol,
todas esas cuerdas que me mantienen cuerdo,
e incluso esas tormentas que me hacen quererla más.

Lo sé,
ella es un caos,
pero me derrito viéndola luchar,
viéndola maldecirse cuando la caga,
cuando se olvida de algo,
o cuando se propone hacerlo mejor,
pero es que tiene esa forma tan perfecta de olvidarse,
que cuando me dice "lo siento" sólo puedo abrazarla.

Lo reconozco,
yo también tenía miedo a amar,
a acercarme a alguien sin blindajes,
a saltar sin paracaídas,
pero es que ella lo hace tan fácil..
Ya que cada vez que ve mi cementerio,
aquellas ruinas que me hacen fragil e indefenso,
ella sonrie,
sólo sonrie y eso basta.
Me coge de la mano,
y el cementerio se vuelve una fiesta,
se revisten las ruinas de oro,
y los fantasmas dejan mi cuerpo.

Lo sé,
el amor no se mide con palabras,
y es que con ella los silencios cobran sentido y significado,
podemos mirarnos y no hablar,
simplemente estar,
los dos, 
juntos.

Lo reconozco,
nunca seremos la pareja de moda,
pero en mi pelicula ella siempre es protagonista,
y es que me gusta verla vivir,
plantarle cara al viento,
agobiarse y volver a resurgir,
verla desvivirse por la gente, porque todos son importantes,
pero al final del día volver a mi,
pidiéndome un hueco en mis brazos,
sin saber que no tengo sólo un hueco,
sino que ella es dueña de todo.