¡Qué fría es esta estación de tren!
donde el calor de nuestro reencuentro solía provocar incendios,
y el tiempo se paraba sólo para ver nuestro abrazo.
No recordaba esta ciudad tan gris,
parece que los colores están de huelga,
y la primavera haya volado lejos,
tan lejos como aquellas promesas de una vida juntos.
Es curioso que el olvido sea la mayor fuente de recuerdos,
porque cada vez que me acuerdo de olvidarte,
es entonces cuando el torrente de tus risas y sonrisas me golpea.
No son las noches las que me matan,
es la luz del día,
es saber que mi calendario sigue avanzando,
y nuestras vidas se siguen alejando.
Ahora te busco en otros lados,
sin embargo,
¡Qué vacíos saben estos besos después de haber besado el cielo!
¡Qué ásperas estas caricias si no las dirige el viento que recorre tu piel!
Así que por favor,
si vuelves a escribirme,
recuérdame los motivos por los que estamos huyendo,
y entonces,
si quieres,
te dejaré emigrar hacia otro verano.