Donde no llega la luz,
yo escondía mis palabras.
El cielo allí no es azul,
el lugar de mis fantasmas.
Y la luna, buena amiga,
como luna sospechaba,
así que se fue un día,
a destapar mis palabras.
Vio que yo estaba enamorado,
sin querer yo admitirlo.
Algo me había deslumbrado,
a mí, el rey del exilio.
Fue a buscar a dicha dama,
para contarle lo ocurrido,
aunque no esperaba,
que fuera un "no" definitivo.
Me convenció para que luchara,
diciendo que no estaba perdido,
y desde entonces cada mañana
escribo al amor no correspondido.
Guardando la esperanza
en un cofre color oro.
Aunque mi vista esté cansada,
sé que sin ella todo sabe a poco.
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