miércoles, 26 de diciembre de 2018

Seamos música

Compartí mi isla con muchos ojos diferentes,
mi arena abrazó todas sus manos,
mis palmeras dieron sombra a sus miedos,
y mis olas tatuaron corazones con salitre en sus pechos.

Todo allí era bienvenida,
vida y no supervivencia,
sol sin nubes,
lluvia que no moja.

Todos iban marcando sus iniciales en mis árboles,
construían cabañas de manos,
y formaron cataratas de sorpresas.

Pero siempre hubo un cofre escondido,
una caja sin mapa,
un punto ciego de mi isla,
un recuerdo y un alma invisible.

Pero tú conseguiste besar mis manos,
abrazar mis ojos,
mirar mis labios,
y dar con mi tesoro.

Cubriste con tu piel mi perímetro de seguridad,
mientras tus dientes me prometían luchar,
y así lo hiciste,
me tomaste en un soplido,
para que reposase después de tantos años en formato defensa.

Temblando abrí mis pequeñas puertas,
para que con suavidad,
pasases tus dedos por mis heridas.

Temblando hice huelga de miedos,
para que con suavidad,
pintases las grietas de mi alma.

Temblando invite a tu futuro,
para que con suavidad,
me ayudases a coser mis sueños.

Entonces fuimos puente sobre mi rio,
y de nuestra lluvia nacieron miles de frutos,
frutos que volaban sin alas por buscar un sueño,
frutos que viajaban sin maletas pero llenos de estrellas,
frutos que remaban juntos en el mar de la incertidumbre.

Nuestras costillas formaron un solo camino,
imperfecto pero sin fisuras,
donde podíamos andar descalzos,
y dormir tranquilos.

Así que por fin,
nuestros nombres conjugaron en presente,
abrazando el mismo tono,
para que cuando nos lean,
seamos solo música.




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