y empiezan a florecer los recuerdos de los días grandes.
Olvidé todas las razones para odiarte,
y empecé a recordar cuando deslumbrabas las fiestas,
cuando competías con los diamantes,
y del vértigo que daba volar contigo.
Le hablé de lo que me gustaba verte abrazar el mundo,
sonreír a los corazones,
y abrir ventanas donde cabíamos todos.
Pero sobretodo hablé de cómo me enamorabas:
Cuando bajabas la guardia conmigo
y me enseñabas tu parte mortal.
Cuando me necesitabas con la mirada
y me buscabas con los brazos.
Cuando te derrumbabas
y yo me tumbaba contigo.
De la forma que tenías de enseñar tus heridas
y comprender las mías,
la forma que tenías de abrir tu corazón
y llenar el mío,
la forma que tenías de convencerme
de que en el amor sólo basta
con mirarse a los ojos.
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