miércoles, 26 de septiembre de 2018

El náufrago y la sirena

Me separaré de nuestro abrazo sin tocarte,
me elevé, y empecé a mirarte desde otro prisma,
empecé a mirarnos desde otro cristal.

Yo llevaba un naufragio surcando mis venas,
atrapado en un tiempo que no era mío,
en un grito de mi cabeza,
en un sueño convertido en pesadilla.

Tu llevabas terciopelo en las manos,
y tus ojos me miraban sin complejos,
eras luz,
y tus palabras se acercaban sinceras a mi encuentro.

No encontraba supervivientes para tripular nuestra historia,
eras el desenlace previsto después de mi tormenta,
el aceite que busco para sanar mis heridas,
pero no la cima para mis sueños y metas.

Descansaba en ti,
y tú vivías en mi.

Pero yo no era luz de tu noche,
ni tú incendio de mi sangre,

Yo no era abrazo de tu frío,
ni tú suspiro de mi aire.

Te besé en el último verso,
e inicié un adiós de dos sílabas,
crecerás más alto sin mi techo,
y yo me recompondré sin huidas.


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